Que no os asuste el título, que no me he casado. Es que ayer asistí a mi primera gran boda vasca y he querido hacer referencia de ello, ya que había muchas cosas que me llamaron la atención. Para empezar, temía que además del tedio que supone una boda de por sí, ésta fuera íntegramente en euskera (como ya me habían advertido). Por suerte fue un fifty-fifty. Aunque teniendo en cuenta lo poco que yo sé de las bodas normales, y lo poco que sé de euskera, al final hubiera dado igual que la boda hubiera sido en swahili.
Cosas que me llamaron la atención: el "Gure Aita" ("Padre nuestro") cantado, junto a mil cancioncillas de amor y amistad (maitasuna eta adiskidetza jaja) que todo el mundo conocía, menos yo. Otra de las cosas llamativas fue la iglesia, toda de piedra super antigua, perdida en la cima de alguna montaña...parecía que en breve iba a llegar William Wallace a caballo a casar a los novios.
La sorpresa del día la tenía preparada "el bonito del norte" de Joseba, que se había estado currando un aurresku, y que, junto a una txistulari, dejaron boquiabiertos a los novios y a media iglesia (mnnn qué flexibilidad por Dios...)
Cosas que me llamaron la atención: el "Gure Aita" ("Padre nuestro") cantado, junto a mil cancioncillas de amor y amistad (maitasuna eta adiskidetza jaja) que todo el mundo conocía, menos yo. Otra de las cosas llamativas fue la iglesia, toda de piedra super antigua, perdida en la cima de alguna montaña...parecía que en breve iba a llegar William Wallace a caballo a casar a los novios.
La sorpresa del día la tenía preparada "el bonito del norte" de Joseba, que se había estado currando un aurresku, y que, junto a una txistulari, dejaron boquiabiertos a los novios y a media iglesia (mnnn qué flexibilidad por Dios...)
Tras el baile, más cánticos y el "sí, quiero" (Bai, gura dot), llegó el fiestón y la comilona. Y he de deciros, queridos amigos, que a la hora de ofrecer una comilona, los vascos, son los mejores. Sin exagerar, nos pasamos zampando desde las 2 y pico del mediodía hasta las 7 de la tarde. Engordé aproximadamente unos 4 kilos, que por supuesto, después, a ritmo de trikitixas, pandereta y bailes autóctonos, perdí.
En definitiva, una jornada inolvidable. Gora euskal ezkontzak! (¡Viva las bodas vascas!)